En el albor de la esperanza reconocemos parte de nosotros
mismos. La esperanza es algo que nos mueve, no impulsa, nos motiva a seguir
avanzando.
Como humanos, tenemos “subidas y bajadas”. Y es en esas
“bajadas” cuando más necesitamos no perder la esperanza, la fe en nosotros
mismos. Nuestras metas deben estar claras e imperturbables, sólo debemos
dejarlas a un lado si cambiamos de opinión y de objetivos; pero nunca, nunca,
nunca por miedo.
El miedo a nosotros mismos, a mostrarnos tal y como somos es
lo que más azota nuestra sociedad. Es increíble ver que una y otra vez caemos
en lo mismo.
Si queremos realmente conseguir nuestros objetivos, nuestros
sueños, debemos desembarazarnos de ese miedo, de ese terror que nos consume por
dentro en cuanto nos descuidamos. Debemos enfrentarnos a nosotros mismos,
demostrarnos que somos amados por nosotros mismos, que confiamos…
Una meta traza un camino, si perdemos la fe en nosotros
mismos, y por tanto en poder tener la mínima posibilidad en conseguir nuestro
objetivo, ¿A dónde nos dirigimos? ¿Por qué camino reptamos?
Lo que sí es seguro es que no es por el que por derecho
divino y universal nos pertenece, lo que es seguro es que estamos rechazando,
rechazándonos a nosotros mismos, negándonos hasta la saciedad, negándonos en la
sociedad.
Andemos erguidos, amemos cada ínfima parte de nosotros
mismos, recuperemos nuestros sueños, nuestras metas y vayamos a por ellos.
Andemos nuestro camino y dirijámoslo hacia donde nuestro corazón desee.
No neguemos nunca nuestra esencia, porque sin ella, no somos
nada.
Kumbae Terapias Naturales
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